Curiosamente, incluso después de pertenecer a la Francmasonería durante años, numerosos miembros pueden estar equivocados acerca de su razón de ser.
Pueden llegar a la logia solo porque es una buena manera de salir del aislamiento y de estar en una comunidad amigable. Durante las celebraciones remolonean y se muestran impacientes de pasar a los ágapes.
La Francmasonería ofrece la posibilidad de discutir de tú a tú con directores de empresas, presidentes de consejos de administración, ministros y en algunos países con obispos o miembros de la familia real. Desde luego, las funciones de estas personas rara vez les permiten participar en el trabajo de las logias pero, si vienen, se comportan igual que los otros (solo sus papeles simbólicos en el seno de la obediencia les pueden dar, durante el ritual, un estatus diferente). Es gratificante.
En la logia, la palabra es libre, todo el mundo puede expresarse, los oyentes se muestran esperanzadores y amables. Ser aceptado por un conjunto de personas inteligentes e incluso influyentes y discutir con ellos da la impresión de participar en la evolución del mundo.
Aunque la Francmasonería no disponga de ninguna verdad indiscutible y nadie impone ningún dogma, curiosamente, un gran número de francmasones acuden a la logia busca de certezas.
Unos identifican el símbolo "Gran arquitecto del universo" con Dios, confundiendo así la Francmasonería y la iglesia que, sin embargo, solo puede ser una pobre sustituta.
Los otros la toman por un partido político o un sindicato – y se decepcionan porque la Francmasonería no les sirve para llevar a cabo sus tareas.
Por suerte, su estructura profunda y su carácter iniciático actúan también sobre las ovejas descarriadas. Además, todo el mundo escucha las ideas y las experiencias muy distintas las unas de las otras, un hecho que también es muy enriquecedor.
La Masonería no fue creada para buscar a Dios, sino para construir catedrales.
En todas las logias, las obediencias que he podido visitar, cercanas a religiones o no, orientadas a HACIA la metafísica o preocupadas por cuestiones sociales, "unisex" o "mixtas", "regulares", "reconocidas" o no, en todas ellas reina un ambiente fraternal.
Las reglas de funcionamiento de los talleres masónicos y sus rituales actúan del mismo modo a pesar de su diversidad. Los símbolos ayudan a asimilar que en el fondo todos los humanos son similares. Poco importa si los francmasones son conscientes o no de este proceso, el resultado expresa el interés que unos ponen en los otros, a través de su escucha y del respecto que se muestran mutuamente.
Esto abre una vía de mejora personal y de aceptación de los otros, independientemente de sus diferencias.
Con ello se abre la via hacia la construccion de la catedral de la humanidad.
Los francmasones se paran a medio camino.
Los grandes pensadores del sigo XVII y XVIII inventaron la Francmasonería para reunir a todos los hombres de calidad, "es decir, a los hombres verdaderos y buenos, u hombres de honor y honestidad, independientemente del nombre o creencia que pudieran tener". Ellos debían de convertirse en el "centro de unión", sin importar sus diferencias y sin negarlas o eliminarlas. (La ausencia de mujeres en este proyecto se debía a la situación social de la época, y se incluyeron más adelante).
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La Constitución de Anderson - y de Désagueliers - no especifica el objetivo de esta "unión" pero, lógicamente, se debe trabajar hacia la coexistencia pacífica de todos los humanos.
Para hacer posible el acercamiento de estos "hombres verdaderos y buenos" que, es decir, "nunca deberían mantenerse alejados", los fundadores de la primera obediencia masónica moderna apartaron de sus talleres las religiones y las iglesias. Diez años más tarde se volvieron a introducir por los esfuerzos de los francmasones tradicionalistas de Escocia que vivían en Londres y que eran católicos devotos.
¿Es bajo esta influencia que la idea de "la unión" de los "hombres de honor y honestidad" se transformó en "fraternidad universal"? Es posible ya que los cristianos se consideraban a sí mismos como "hermanos". Afortunadamente, esta influencia de la iglesia no ha eliminado el ideal de tolerancia de la Francmasonería.
Los cristianos son "hermanos" porque creen que tienen el mismo "padre". Pertenecen a la misma "familia" y solo aquellos que comparten esta visión del mundo pueden formar parte de ella.
Los mismos francmasones han decidido ser "hermanos" libremente, sin ningún vínculo preestablecido.
Los cristianos quieren creer que la fraternidad es sinónimo de amor. Puede ser, es el ideal, pero la fraternidad significa, especialmente, interdependencia visceral. Todos aquellos que tienen hermanos y/o hermanas saben hasta qué punto están vinculados, a pesar de la variedad de caracteres, de comportamientos y de intereses que pueden ser totalmente opuestos.
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Posiblemente, gracias a los descubrimientos científicos acumulados desde el Renacimiento, los miembros de la Academia de Ciencias de Londres pusieron en duda la interdependencia de los humanos y de todas las otras formas de vida. En este caso, el "centro de unión" puede ser considerado como el conjunto del reino de la vida. Ello se corresponde con las ideas de la ecología humanista hoy en día.
La extraordinaria "mecánica" de la Francmasonería moderna logró crear un sentimiento de fraternidad, de simpatía y de amor entre los miembros de las logias aunque sean muy diferentes unas de las otras. Este sentimiento puede extenderse a toda su obediencia y, ocasionalmente, a otras. Pero nunca las engloba todas, a pesar de las proclamaciones repetidas y omnipresentes de pertenecer a la "fraternidad universal".
Así pues, la construcción del "centro de unión" no ha terminado. Sin completar este proyecto, la Francmasonería no es capaz de construir el "templo de un mundo fraternal" que, sin embargo, es la razón de ser definitiva. Es posible que esto explique, en parte, porqué en el siglo XX perdió más de la mitad de sus miembros (especialmente en los Estados Unidos, pero no solo allí).
La Francmasonería se estancó en medio de la vado